Una iniciativa de Tito Palumbo, director de la revista B.A.Tango Buenos Aires Tango, la cual ADHERIMOS y promocionamos. Además te invitamos a divulgarlo:
Esta creación artística porteña que es el tango tiene hoy su expresión más movilizadora en las milongas. Aquí se conservan, se transmiten y se crean las formas del baile social. Aquí el encuentro íntimo de los cuerpos, el abrazo de las parejas, genera múltiples sensaciones que bullen en el interior de cada bailarín. Con repercusiones en el “afuera”, donde existe una vasta red de intereses económicos y políticos: clases de baile, venta de zapatos y vestimenta, venta de discos, videos y libros, publicación de revistas, festivales y campeonatos, hotelería, etc.
Sin embargo, esta actividad cuyo carácter de auténtica creación cultural local y cuyos beneficios fueran reconocidos por los legisladores de la ciudad y nacionales, incluso por la UNESCO, viene padeciendo de un continuo hostigamiento por parte de los organismos oficiales de inspección.
Si bien existe una ley específica para la habilitación y verificación de los Salones Milonga, los requisitos para su funcionamiento son bastante altos; dicho de otra manera, se hace necesario invertir dinero para conseguir una habilitación. Y no siempre las entidades y organizadores cuentan con ese capital.
Después de la tragedia de Cromañón se han extremado las inspecciones en las milongas. Se constatan infracciones por el incumplimiento de las normas vigentes, se labran actas y, en los casos de falta de habilitación, se procede a la clausura de los locales.
Las milongas no se caracterizan por ser un negocio generador de ganancias extraordinarias. Tienen muchos gastos en personal –meseros, boleteros, musicalizadores, vigiladores de estacionamiento–, alquiler, limpieza, mantenimiento, electricidad, tasas e impuestos, publicidad. Y, puede decirse que con lo que cuesta una entrada, resultan ser uno de los entretenimientos más baratos de la ciudad.
Por estas razones se hace necesario instituir un régimen especial de apoyo financiero a las milongas, similar al que ya existe en la ciudad para el teatro (ProTeatro, Ley 156 y sus modificaciones), para la danza (ProDanza, Ley 340) y para la actividad musical (Régimen de Concertación, Ley 3.022).
Ahora hace falta una ley ProMilonga que disponga la entrega de subsidios y exenciones tributarias a las instituciones, confiterías y otros locales; a los concesionarios; y a los organizadores de milongas. Además, disponer se otorguen créditos a tasa preferencial y a largo plazo a través del Banco de la Ciudad de Buenos Aires.
Con ellos podrían realizarse las inversiones necesarias para adecuar los locales a las normas vigentes y reducir al mínimo su incumplimiento. Habría tranquilidad y seguridad para los organizadores y para los bailarines.
Los recursos provendrán de lo que anualmente fije la Ley de Presupuesto, del aporte de la UNESCO correspondiente a uno de los planes anexos a la Declaración del Tango como Patrimonio Intangible de la Humanidad, de donaciones o legados, de los fondos que resulten del reintegro de subsidios reembolsables y de subsidios no utilizados.
Para la distribución de los fondos se nombraría un directorio integrado por representantes de las entidades, de los concesionarios de los locales y de los organizadores de milongas.
Y así se apoyaría efectivamente a la cultura nacional y a una actividad que es fuente de beneficio para muchos sectores de la sociedad.
Buenos Aires, 25 de enero de 2012